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12 de septiembre de 2023

"Ya era el momento de venir": multitudinario homenaje a Allende en el Estadio Nacional

El lugar que una vez fue el principal centro de detención durante la dictadura de Augusto Pinochet se convierte ahora en el lugar donde se rinde homenaje a Allende en el 50 aniversario de su caída. Familiares de detenidos y sobrevivientes compartieron sus experiencias de aquellos años, destacando la dificultad de encontrar palabras para describir el silencio y el impacto de aquella época.

Por Ariadna Dacil Lanza, enviada especial
Foto: Diego Levy.

“Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro” decía un cartel colgado detrás de las gradas del Estadio Nacional de Chile, el mayor centro de detención durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), donde miles de personas acudieron en la noche del lunes para homenajear al expresidente Salvador Allende, en el 50 aniversario de su derrocamiento, entre ellos detenidos y familiares de sobrevivientes, que dialogaron con Télam sobre el "silencio" y la ausencia de palabras para definir aquellos años.

Este año la conmemoración contó con shows de bandas emblemáticas de la “Nueva Canción Chilena”, nacida en los años 70, como Quilapayún, Illapu e

Inti-Illimani

, además de la clásica visita a un sector del estadio que permanece conservado tal como era durante la dictadura.

Más de 50.000 personas -según recuentos de medios locales, como el diario La Tercera- se acercaron e hicieron largas filas para ingresar al estadio o colocar velas en los alrededores.

“Esta vez vengo por mi propia voluntad. El 23 de septiembre (de 1973) no”, dijo Reinaldo Mendoza, que estuvo detenido hasta el 28 de octubre de ese mismo año en el Estadio Nacional.

Foto: Diego Levy.

Pero cuando Télam le preguntó hasta cuánto duró su detención, respondió: “Hasta un siglo después”.

“Chile tenía que jugar con la Unión Soviética, entonces empezaron a preparar el estadio. A muchos compañeros los mandaron a otros centros y a algunos nos dejaron libres”, relató, mientras su hija, Wilka, de 49 años, lo escuchaba, y su esposa se alejaba.

Su hija comentó que hasta ahora había mantenido silencio sobre el tema, pero no respecto de la dictadura, sino de lo que le sucedió a su padre.

“Él solo me dijo: Me sacaron la cresta, nada más”, comentó, mientras él escuchaba y repetía: "Me sacaron la cresta", una expresión popular que retrata un mal momento.

Mendoza, que vivía en la población de La Legua, un emblemático barrio popular que, a partir del golpe, resistió en combate durante tres días, hoy habla pausado y tragando saliva cuando tiene que relatar lo vivido aquel septiembre de 1973.

Foto: Diego Levy.

Una semana después del golpe y los combates, el barrio fue allanado y muchos de sus habitantes fueron detenidos.

El ingeniero en minas, que pudo estudiar “gracias a que Salvador Allende le abrió las puertas de la universidad a quienes de otra manera no hubiese podido llegar”, definió lo vivido como “terrible”.

Chile no llegó a la fecha que se conmemoró ayer con los debates saldados, sino que, por el contrario, estos se exacerbaron.

Ningún partido de derecha participó de la firma del “Compromiso de Santiago” al que convocó el presidente Gabriel Boric para reafirmar la democracia.

“Hoy día la derecha tiene mayoría, y más aun, la mayoría la tiene la ultraderecha”, dijo Mendoza, mientras que su hija agregó: “Y tiene los medios; por ende, controlan la narrativa”.

Foto: Diego Levy.

El recorrido consistía en ingresar a la mentada “Escotilla 8”, que funcionó como celdas y donde dormían de a cientos de personas, que durante el día eran trasladadas para sesiones de interrogatorios y torturas. Hoy se exhiben muestras fotográficas de detenidos y cartelería explicativa.

Luego, durante el breve recorrido por el sector de las gradas del estadio que permanecen conservadas, con la misma madera de antaño, los asistentes prendían velas, quedaban mirando en la oscuridad al estadio o incluso permanecían sentados en silencio unos minutos.

La frase “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro” está incrustada en letras del tamaño de una pelota, iluminadas, detrás de las gradas.

El Estadio Nacional fue el campo de prisioneros más grande del país.

La cartelería del espacio de memoria señala que la Comisión Valech -creada durante el gobierno de Ricardo Lagos- documentó que fueron 7.000 los detenidos, aunque los informes de la época realizados por la Cruz Roja indican que eran 20.000, de los cuales mil eran extranjeros, incluidos 53 argentinos.

Mendoza recordó que los llevaban a interrogatorios, encapuchados, a las 6 de la mañana, y cuando le tocó el turno de actuar al cantautor Ángel Parra, todos empezaron a cantar la canción de su madre, Violeta Parra, “Que pena siente el alma”.

Lo mismo con el exjugador del club de fútbol Colo-Colo Rubén Caupolicán Peña, al que le coreaban canciones de cancha.

Foto: Diego Levy.

Mientras Mendoza relataba, la gente siguió llegando al estadio.

“No tuve fuerza hasta ahora que encontré que ya era el momento de venir”, dijo por su parte Juani, de 70, hija de Juan Lemos, exdetenido en el Estadio Nacional que, por primera vez en 50 años, se animó a visitar el lugar.

El momento parece más propicio, ya que el gobierno de Boric impulsó distintas instancias de debate social en torno de la dictadura, a pesar de que sectores de la oposición llaman a “dar vuelta la página”.

Ante la pregunta de si su padre, quien era electricista y militante, no le contó lo que pasó allí, respondió: “No hablaba; por sus hijos, creo yo”.

Cuando lo detuvieron "se unió la familia, la mamá, con los (ocho) hijos, todos haciendo fuerza para que saliera. Pero cuando salió se vino muy abajo”, dijo la mujer.

Lemos destacó las acciones del Gobierno, que las considera un “reconocimiento" a las víctimas.

En el escenario montado en las afueras del estadio también hablaron agrupaciones de familiares detenidos y desaparecidos, mientras que debajo de las tablas circulaban la ministra vocera Camila Vallejo y la diputada oficialista Karol Cariola.

Foto: Diego Levy.

Los primeros asientos frente al escenario estaban reservados simbólicamente para Allende y su gabinete.

Mendoza, quien escribe poesía para contar algo de lo que vivió, señaló un sector del estadio desde donde podían ver a los familiares que todos los días se acercaban al estadio, pero sin precisión como para detectar si su “polola” estaba allí.

“Me pegaron, nunca me habían pegado en mi vida”, empieza uno de sus poemas, en el que relata cómo se aferró a la imagen de su padre y, hoy, a la de su esposa, para sobrevivir a la tortura.

Ana María Díaz Flores, de 71 años, se agachaba a poner velas en la entrada al estadio, pero como el viento las apagaba, buscaba un nuevo lugar a resguardo.

“Yo tenía 20 años y tuve muchos compañeros aquí en el estadio. El día que los detuvieron teníamos que estar a las 8 en la universidad y yo me quedé dormida, si no también hubiese pasado por acá”, dijo la mujer, que llevaba ropa color violeta, a tono con su color de pelo.

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“Mis compañeros fueron muy leales porque no admitían las visitas y una vez que fui dijeron que no me conocían. Y si alguno sobrevivía y te lo cruzabas en un micro, nos tocábamos las manos, sin mirarnos, porque no sabíamos si nos estaban siguiendo”, relató la mujer, que coloca velas desde 1988.

Mientras contaba que estuvo llorando todo el día, se quitaba los anteojos para secarse las lágrimas.

Destacó al Gobierno por sus políticas, como la expropiación del excentro clandestino Venda Sexy, “donde le hacían tener relaciones a mujeres con militares” y que ahora será un sitio de memoria, pero dijo estar “muy desilusionada” de su pueblo que pide “dar vuelta la página”: “Tengo una vecina que tiene tres hijos y su esposo detenido, desaparecido. ¿Le puede despedir esa persona que olvide?”, se preguntó.

Criticó a los partidos de derecha y a la población que el año pasado no votó por el “apruebo” en el plebiscito para sancionar el nuevo texto constitucional que había redactado una convención: “No tenemos recuerdo”.

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